domingo, 16 de junho de 2013

LA DINÁMICA DE LAS VUELTAS

Vueltas es una experiencia vocacional personal compartida que tuvo lugar desde la canción: “ALEGRIA DA MINHA JUVENTUDE” de la Fraternidad Toca de Asís, que nos permite hacer, a mí y a algunos de mis amigos, una lectura vocacional profunda de nuestras historias de vida, hacia atrás y adelante. Además a cada uno de nosotros la coreografía de "Vueltas y Vueltas" nos apunta, de modo muy particular y según diversos matices, nuestro deseo común, concreto y real de amar a Dios y cumplir su voluntad en una vida de auténtico seguimiento - darnos como ofrenda agradable a Dios en el altar de mundo, en cuanto fieles cristianos (católicos) consagrados en el Amor -. Por ocasión del Festival de Danza de Petrópolis (BR), año de 2013, os comparto esta reflexión. 



La introducción de la música fue coreografiada para intentar expresar la mezcla de armonía y confusión, de estabilidad e inestabilidad que experimenta con gran frecuencia, intensidad y, a la vez, calmaría el corazón del que se pone en un camino específico de su consagración bautismal; un camino vocacional específico en el que la formación humana, espiritual, apostólica e intelectual es tarea diaria, pan nuestro de cada día. La responsable por la coreografía es Fernanda Ianna, ella es la “culpable” de poseer una tremenda sensibilidad y ser receptora de una inspiración divina impar a la hora de plasmar todo lo que veo en la letra de esta canción. En definitiva la introducción intenta efectivamente expresar este movimiento del espíritu humano que se debate dentro de sí mismo; la lucha entre el hombre viejo y el nuevo que tiene ansias de aflorar libre, en armonía, en paz haciendo la voluntad de Dios en la vida espiritual, pero que se encuentra constantemente a su misma debilidad, su pequeñez y por ello, sufre. Pero, por encima de todo camina, sigue el camino de cruz de cada día, porque sabe, porque ya lo ha entendido que este es el único camino de salvación… (seguir en el camino emprendido es un arte que pocos artistas logran llevárselo adelante). Esta parte de la canción nos evidencia a nosotros la mezcla de esos opuestos. Es un intento de exprimir ese drama redentor interno del corazón que acepta el proceso de conversión sujetándose al entrenamiento diario más riguroso, más cansado; un entrenamiento que, sin embargo, está repleto de motivos, de sentido, de certezas morales, de hondas convicciones, y, justamente por ello acepta permanecer en la Escuela de la Educación en el Amor - la vida cristiana - camino permanente, perpetuo, de edificación; camino de salvación, que según el designio misterioso de Dios a nuestro respeto, adquiere formas, matices, colores, y por qué no decir olores, muy diversos y específicos para cada uno de nosotros. De lo que se puede estar seguro es que es verdadero camino de salvación, de santificación, de felicidad, de realización, de muerte y resurrección, camino que conduce al descubrimiento de la verdadera identidad (carisma) y forma de vida (estado de vida) que Dios desde toda la eternidad nos reserva.



“Tu Amor me quema sin consumirme, Tu Amor es un mar de aguas impetuosas, y vueltas y vueltas y vueltas en Tu Amor, pues en este Amor me quiero consumir.”



En un determinado momento de mi camino interior entendí que las vueltas son nuestra constante reelaboración interior - proceso de muerte y resurrección diario y a lo largo de las fases personales que cada uno va viviendo. Reconsiderar, repensar es tarea de todo hombre que se ha comprometido con la Verdad(Jesucristo), con el camino del encuentro con la Sabiduría y el Amor divinos. Este camino nos muestra a diario que ni siempre estamos seguros, que no somos los dueños de la verdad, que no la poseemos, que no sabemos siempre lo que es mejor para nosotros; que, en definitiva, no podemos mandar en nuestras vidas. Encontrarse con Dios, entregarle la llave y la clave que guardan las puertas  de nuestro corazón es rendirse. Es encontrarse con una Palabra que da nueva orientación a la existencia, a la visión que tenemos de nuestra vida, a nuestros planes. Es dialogo no siempre tranquilo y fácil. Un enfrentamiento interior que, para el corazón que se fía, puede llegar a ser señal de que todo ello lo conducirá a la paz, pues al final todo concurre para el bien de los que aman a Dios (Rm 8,29), pero, hasta que se llegue a eso… tenemos mucho qué trabajar! Para aceptar la voluntad de Otro, a lo que nos encontramos cuando abrimos la Biblia, hace falta trabajar profundamente en uno mismo la humildad, la disponibilidad, la apertura de corazón - cualidades imprescindibles a cualquier cristiano; en definitiva es necesario reelaborar, lo que supone más que repensar algo difícil y costoso a la luz de criterios meramente humanos y algunas garantías materiales, sino que es rumiar en lo íntimo del corazón lo que Dios tiene para mí (es darle vueltas!). Darle vueltas en lo que dice Dios, ni tanto en mi monólogo interior, en mis problematizaciones... 

¿¡Qué quiere de mí Dios!? ¿Qué quiere de mí ahora? ¿Dónde me encuentro en este momento de mi vida, en qué? ¿Dónde pongo mis energías, mi vitalidad, mis talentos, mis sueños, mis deseos? Las cosas realmente importantes, fundantes de nuestra vida llevan tiempo delante de Dios (sagrario), tiempo de reelaboración, de reconstrucción, de cimentación, de renovación! Tiempo de espera, de paciencia, de confianza, de entrega y por encima de todo, tiempo de Paz.




El tramo de la canción que cito arriba le dice mucho a la vida de Carina Peixoto y, yo me la juego aquí, a describir algo de esta experiencia suya, porque me fío de que por los frutos se conocen las cosas auténticas. En su caso por la expresión  de su rostro mientras danza! Esta frase es lo todo de Dios en su nada, a punto de poder ella misma atestiguar: “Vueltas y Vueltas se estalló en mí”. Encuentro arrebatador del Amor divino, como flecha certera que alcanza el blanco yendo directo a lo más íntimo de su ser, de su corazón. A lo suyo y, también a lo nuestro porque su danzar es la concretización de un lenguaje nuevo de evangelización, una invitación divina a una mayor apertura de corazón, de entendimiento a la presencia de Dios y a Sus exigencias de amor - no nos olvidemos que la “culpable” de todo ello es Fernanda que es quien saca esas cosas… de la mente divina. A la vez, por lo que se puede percibir durante la presentación digo que este es su gran momento, es el gran ápice de la experiencia mística de Dios en ella, como quien se deja llevar en los brazos divinos y disfruta de la compañía del Señor, de Su cariño, del gusto de estar en Su presencia. Una presencia de consolación, de ternura, de cuidado, de sanación y reconstrucción; presencia de Aquel que conoce sus necesidades, las necesidades de Sus ovejas y sabe el cuidado y el cariño que cada una necesita en cada instante. Las vueltas que Dios realiza en Carina son como el recorrido de una trayectoria, un tener tan cerca a Dios que se hace posible lanzarse en Él, entera, libre, con osadía; abandonarse, arriesgarse, afrontando los propios límites para dejarse conducir hacia un más allá… El más allá de si misma, de sus propias ataduras, miedos, imposibles! Estas sus vueltas son para nosotros señal clarísima de que un consagrado que no se lanza, que no se arriesga y no disfruta de la presencia de Dios no vive la verdadera aventura de la vida cristiana. No vive realmente como consagrado a Aquél a quien en principio debiera haber entregado toda su vida. No vive realmente un camino de consagración, de salvación, porque lo propio del que siente la cercanía del Señor y Su compañía es la alegría, el gozo. Este es capaz de transmitir con su vida las señales de Esta presencia, aun cuando, por razones que nos sobrepasan, esta sensación de gozo en la presencia de Dios nos la es retirada momentáneamente; sea por necesidades de purificación del alma sea por cualquier otro motivo. Lo cierto aquí es que, de suyo, la honda convicción de esta presencia y de este amor ya proporcionan al alma la paz que la conduce a la alegría, al gozo de la certeza de saber: Dios me tiene en Sus brazos! Soy toda Tuya!



“El artista participa con su aportación específica y original de la vocación y misión de la Iglesia, de modo especial, cuando es llamado a realizar obras de arte directamente relacionadas a la experiencia de la fe, al culto y acción litúrgica de la Iglesia.” Benedicto XVI – Mensaje a los participantes de la 17ª Sesión Pública de las Pontificias Academias, 21-11-2012.


Esta su profunda convicción que se expresa por medio de la danza es para el mundo de hoy un mensaje de fortaleza, de sabiduría, de alegría. Por otra parte estas “vueltas en Tu Amor” (este ambiente espiritual fruto de la oración, de la entrega, de la lucha interior vivida con Él y solamente por el Señor, del abandono alegre y gozoso de quien disfruta de Su compañía) son como una especie de “lugar”, de hábitat, creado por el Amor divino donde el alma efectivamente vive y cada vez más desea ardientemente permanecer, como delante de la zarza ardiente - Ex 3,4. Zarza de la cual el mismo Moisés se acercó y fue invitado a quitarse las sandalias, por la inmensa sacralidad de este “lugar”, de este “ambiente” creado por el Señor. En este lugar precisamente, en este universo inmensurable del Amor divino, queremos permanecer! Con el paso del camino nos vamos dando cuenta de que esa consumación es muerte para nuestras almas, muerte a nuestros deseos impropios, a nuestras voluntades rebeldes, a nuestra visión estricta del mundo, a nuestro egoísmo, vanidad, soberbia, avaricia, faltas de carácter…, pero aun así seguimos queriendo ser consumidos por ella, pues sabemos que nos lleva a la salvación! Sabemos que es el gozo eterno, premio inmerecido y sobreabundante que nos reserva el mismo Señor. A través de estos movimientos creamos sed de abandono y de gozo en los brazos del Señor, nos llenamos de ganas de permanecer con Él a costo de costos y de dejarnos consumir, de dejarnos amar. Ese es el lugar donde queremos permanecer: “Este es mi Reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado.” Sl 131,14



Esta alegría, este gozo, esta transmisión de las señales de intensa vida que compuerta, esta presencia y todo su “hacer habitar” en ella son cosas muy concretas, aunque ilegibles a las claves de lectura meramente utilitaristas y egoístas, tan presentes en los corazones de hoy. Así de concreta y elocuente esta presencia es capaz de comunicar una nueva perspectiva de vida y suscitar un profundo deseo, aún incluso un Querer decidido en algunos corazones más atentos y sedientos al punto de reunirlos, venidos de donde vengan. Es la flechada en el corazón que nos hace decir: “Ah, yo también lo quiero!”, tal como nos puede contar personalmente Tamires Martins. Su integración a “Vueltas” es una señal clarísima de que las cosas realizadas en Dios dan fruto, a Su Tiempo, a Su modo. Lo hecho para y por Dios congrega, conquista, atrae, suscita auténtico querer, trae de vuelta a casa! Tamires no tuvo la oportunidad de participar del proceso de elaboración de esa coreografía, no pudo hacer su aportación personal al conjunto, pero sin ninguna duda fue fisgada por las inescrutables vías del Espírito que conmueve, reúne, invita a participar, genera comunión. Una experiencia análoga a la que se pudiera aludir para visualizar mejor el efecto producido por la dinámica de las vueltas en algunos corazones es la comparación a un carisma de fundación. Un don dado especialmente a una persona. Don que hace con que tenga lugar en ella una tan grande experiencia de Dios que necesita ser compartida, que atrae a muchas otras. Así, por medio de aquella su experiencia fundante y original, todas las demás llegan a descubrir su auténtico camino a Dios; su identidad más honda (su carisma personal) y el estado de vida que mejor le corresponde a su vida cristiana. Estado de vida que es directamente proporcional a la realización de la voluntad de Dios en la vida concreta.




Vueltas - debilidad y lentitud del corazón humano. 


"Nosotros tan débiles, tan lentos!” ya nos dice la canción de la Comunidad Shalom. Vueltas que son señales claras de debilidad y lentitud de nuestro corazón a la hora de asumir y/o de caminar por la senda recta de la vida - vueltas en mi mundo pequeñito. Perdemos mucho tiempo dándole vueltas a cosas que no son tan grandes, que no tienen auténtica relevancia. Nos montamos un problemón y Dios es extremamente sencillo. Dios nos espera paciente, pacífico y alegre! Siempre contento por nuestro regreso. Damos muchas vueltas en nuestra cabeza, pensando y repensando situaciones, cuestiones de conciencia, anticipando posibles problemas, repensando cosas que no tienen tanta importancia, muchas veces creando problemas imaginarios, recordando resentimientos. “Quemamos el coco” con muchas cosas secundarias, cuando efectivamente debiéramos rumiar en el fondo de corazón (darle vueltas) a los mensajes de Amor que el Señor tiene para nuestra vida - mejor sitio no hay para encontrarlas que en la Sagrada Escritura. Las palabras que han tenido mucho sentido en nuestro pasado y todavía hoy lo siguen teniendo; palabras que apuntan a nuestro futuro, misterio aún no del todo desvelado a cada uno de nosotros. Misterio de Camino, misterio que va ya de camino a su plenitud, realización, concreción, misterio escatológico donde ya hemos experimentado un poco del sabor de la victoria final, pero que todavía no hemos vivido todo lo que es necesario para llegar allá! Estas son las "vueltas en Tu Amor" que deben consumir nuestro tiempo y nuestras energías más vitales; vueltas que, en realidad, restauran nuestras fuerzas, pues nos revitalizan. Vueltas que ven acompañadas de los auxilios internos del Espíritu Santo que nos rehace, que nos reconstruye a cada vez que nos disponemos a entregarLe el corazón, la vida en Sus manos. Vueltas de meditación profunda de las palabras que el Señor nos va dejando grabadas a fuego en la historia personal.



“Y me lanzo, me entrego en los brazos de Tu Amor, pues en este Amor quiero permanecer” 



Cuando nos lanzamos, cuando nos entregamos verdaderamente en los brazos de este Amor, somos capaces de vencer barreras antes inimaginables. Sobre todo en aquellos días en los que nos encontramos en estados de ánimo no muy favorables al perfeccionamiento de las virtudes y tenemos que dar una repuesta de prontitud delante de la vida a la que Dios los llama en aquel exacto momento. En estas horas, si somos capaces de mortificar esos deseos que nos tiran para bajo y violentar nuestro corazón para hacerlo seguir adelante por la certeza que da la fe, y solamente por ella, entonces pues, sí...ahí sí que nos damos verdaderas vueltas en nuestra existencia avanzando muchos kilómetros en la vida espiritual. Nos volvemos hacia el camino de la verdad, de la esperanza, de la justicia, de la piedad, del fervor, de la mística, del diálogo espiritual con Dios que renueva y reanima, del temor de Dios, del reencuentro, de la reconciliación, del perdón, de la decisión, de la insistencia en las cosas que cuestan porque valen la pena; nos volvemos al camino de nuestra salvación que es camino de vida, a través de estos pequeños o grandes vencimientos de cada día. Nos volvemos hacia el camino de la única vida que somos dignos de poseer, de la única vida que podemos llenar con las cosas que realmente llenan; la única vida que Dios puede llenar, la que Él tiene para nosotros y la única que somos capaces de vivir por entero. Nuestra vida sumergida en el mar de aguas impetuosas del Amor de Dios puede ser hecha llena de Su gracia, llena de esta capacidad de obrar por encima de nuestra naturaleza; capacidad de actuar ya ahora, tras el bautismo, con una nueva naturaleza, redimida, renovada, unida íntima y misteriosamente a la naturaleza del mismo Dios por la humanidad de Su Hijo. Con ella nuestra vida experimenta poder, presencia, compañía, fuerza, nueva vitalidad, porque reina Aquél a quien escogimos. Adquiere más espacio Aquél que por Su Palabra, presencia de acontecimiento en medio de nosotros, nos pide más espacio. Aquel a quien luchamos cada día por entregar las llaves de nuestra vida, pues a fin de cuentas, como ya hemos dicho, ya somos consagrados por el bautismo y queremos volvernos consagrados en el más radical y fundante sentido de esta palabra. Queremos ser consagrados por Amor viviendo como quienes se saben consagrados; como quienes dependen; como quienes se saben queridos, escogidos, como ungidos.



“Subo al altar de Dios, que es la alegría de mi juventud! Subo silenciosamente…”



Subimos al altar de Dios todos los días y somos llamados a seguir subiendo libremente, decididamente, para ofrecer todo aquello que somos, que tenemos, que necesitamos vivir e afrontar a cada día. Todo que podemos aprovechar y disfrutar santamente, todo, exactamente todo es materia de nuestro ofrecimiento, de nuestra ofrenda de Amor. La acción descrita aquí de subir se refiere ya sea a la llega al presbiterio durante una celebración litúrgica por parte de un ministro - llevando con él toda su asamblea - ya sea la misma actitud interior de elevar el corazón a Dios en la oración. Si viene a faltar con cierta frecuencia esta subida tarde o temprano se abraza la muerte. Lo importante es subir, acudir al corazón del Padre, por Cristo en el Espíritu y en estas horas la mano que nos echa La Virgen es imprescindible siempre. La verdad es que subimos muchas veces, muchas de ellas cantando, alegres, con el corazón entusiasmado, sosegado. Otras veces apurados, preocupados, o aún quietos y en otras puede que medio cabizbajos cuando se nos pasan cosas muy intensas a las que no nos creemos preparados para superar y seguir el camino de la ofrenda total de nosotros mismos. 

Esta es precisamente la hora de entregar nuestras fuerzas, que ya no son muy fuertes, ni seguras, ni suficientes… En estas ocasiones debemos seguir subiendo y silenciosamente entregar las ofrendas, los motivos de santificación, aquello con que ya hemos dado vueltas y vueltas en el corazón - 1º altar - y que ahora necesita ser ofrecido en el altar que es puente al corazón del Padre, en el altar del propio corazón de Jesús, en el altar que es el mismo Jesús. En otras ocasiones, afortunadamente y de modo especial, subimos silenciosamente cuando es llegada la hora de recibir alguna gracia especial que, venida por mandato de la Iglesia, es siempre señal de servicio. De nuestra parte, entonces, debe ser señal de disponibilidad, de aceptación agradecida, alegre y confiada en la fuerza que recibimos para realizar el bien, para realizar la voluntad de Dios de modo concreto.



“Con el corazón alegre, lleno de temor, pues sé dónde el Señor me llevará.”

Con estado de ánimo firme, sostenido por la fuerza del Espíritu y entrenado a base de mucho insistir, de intentar otra vez, de recomenzar. “¡Venga! ¡Vámonos!, dicen los hermanos de España. El entrenamiento en la Escuela del Amor pasa por un itinerario de formación humana constante e irrenunciable, fundamental para que nosotros podamos servir de herramientas en las manos de Dios. Si somos personas inestables al extremo, perezosas, pusilánimes, hechas de cristal, como las que dependen de retorno afectivo visible y frecuente; las que se dejan llevar por las distintas tendencias y modismos… a medio o largo plazo muy poco o prácticamente nada podrá realizar el Señor a través de nosotros. Necesitamos de un espíritu firme para responder con libertad y alegría a cada día. La alegría es un fruto del Espíritu, algo que cuando nos abrimos a la gracia y vivimos el entrenamiento diario (oración, sacramentos y el esfuerzo personal a través de las mortificaciones y penitencias) poco a poco vamos adquiriendo. Una alegría que brota del mismo Espíritu Santo, que se manifiesta en nosotros en forma de grandeza y aguante (fortaleza), en forma de constancia de estado de ánimo, de ligereza, de armonía y satisfacción interior, de confianza y de paz. Una alegría que puede estar presente también en aquellos momentos donde nada alrededor se nos presenta favorable. Un corazón alegre y lleno de cuidado por no ofender al Señor (verdadero temor de Dios) es fruto de la confianza, de la entrega, del abandono en Sus brazos; es fruto de muchas vueltas y vueltas en el diálogo amoroso con El Amado. Este corazón sabe, aunque no lo vea perfectamente, a donde el “hacer la voluntad de Dios” se lo está llevando. Eso porque sabe que el Señor es su Pastor, el Pastor que no deja que nada le falte! Así, pues, este corazón manifiesta con la vida misma que “sabe dónde el Señor le llevará”; una seguridad que es señal de descanso confiado en el Querer divino y a la vez testimonio más que elocuente a un mundo que vive ansioso y agobiado por seguridad y evidencias… Dice el salmo 22,3-4:

“me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.”


Grandeza y constancia de estado de ánimo, aguante, ligereza, armonía y satisfacción interior; confianza! Señales claras de la acción del Espíritu Santo en la vida de Jéssica Neves, a quien pude acompañar muy de cerca el proceso de preparación catecumenal para la confirmación. Jéssica me regaló un testimonio de vida tan fuerte en los primeros momentos de la elaboración de “Vueltas” que sería una injusticia no mencionarlo aquí. En su actuación, en los primeros ensayos, mucho de todo lo mencionado antes se hizo presente. Allí, en aquella noche de invierno que más parecía de alto verano, mis ojos pudieron testimoniar su empeño, su garra y determinación al esforzarse para superar la FIEBRE que tenía y poder aprender a ejecutar con perfección los movimientos ¿Buena voluntad? ¿Técnica? ¿Afecto? ¿Estima? Por supuesto, pero por encima de todo, amor entregado a Dios; en el sacrificio, en lo poco del hoy, en lo mucho que podía realizar en aquel momento. Esta postura suya nos sirve de icono para todos nosotros cristianos, nos incita y provoca a ofrecer el todo de nuestro hoy, del ahora, para amar a Dios sobre todas las cosas en las circunstancias ordinarias, corrientes, aparentemente insignificantes, pero tan valerosas a los ojos de Dios, y en algunas muchas circunstancias nada ordinarias también! Los movimientos de Jéssica (su postración lanzada al suelo) me dicen a mí y a un número inmenso de consagrados y consagradas que nuestro lugar es a los pies del Señor; que solamente desde allí seremos enteros, hechos llenos (satisfechos), ligeros, de suave olor en nuestra ofrenda a Dios y en el trato con los demás, de entrega convincente y auténtica, en fin, felices! Este mismo lanzarse desafía al mundo de hoy a tener que afrontarse a una propuesta de existencia diferente de la que los padrones de la sociedad actual se nos impone como único camino de felicidad. Este lanzarse es un “bofetón a la cara” de la propuesta ilusoria de una total autonomía que pretende dispensarse incluso de la verdad y del bien, ¡para ser libre! Y, ¿libre? ¿De veras? ¿Para qué? Aquí reconozco que la belleza del arte es voz eficaz de Dios que grita bajito a los más diversos corazones de nuestro tiempo: “¡Aquí Estoy!”

“¿!Dónde estaría yo!? ¡Si no fuera Tu Amor Señor!”



Esta parte de la canción dice mucho a la vida de Déborah Carvalho. Es el trecho de la coreografía que más toca su corazón. Yo, una vez más, voy a jugármela diciendo algo a respeto. Estas son las palabras que Dios escogió para que su corazón se diera algunas vueltas, hasta al extremo de hacerla exprimir con todas sus energías, a través de la coreografía lo mucho que la amó primero Dios y la sigue amando, así de predilecta que la es a Sus ojos! Ella y cada uno de nosotros, de modo único, ¡inexplicable! Por medio de este lenguaje único de la expresión corporal de una danza de evangelización, Dios muestra a cada uno de nosotros y al mundo a través de sus movimientos lo que solo ella es capaz de realizar a su modo - y eso no es pleonasmo alguno. Dios nos muestra que Él es nuestro futuro seguro. Abro un paréntesis para explicar lo que significa lo de “solo ella es capaz de realizar a su modo”. Aquí me refiero a aquello que cada uno de nosotros como hijos de Dios, amados por lo que somos, puede y debe realizar en su trayectoria terrenal de regreso al corazón del Padre. Así de únicos que somos que, aun no siendo insustituibles en la realización práctica de las cosas, nadie es capaz de hacer por nosotros (ni tampoco a nuestro modo) lo que estamos llamados a hacerlo por vocación. Como cada quien es único e irrepetible a los ojos del Señor, criaturas venidas de Su mente perfecta, cada quien imprime una huella única en todo lo que hace y esto se aplica a cada ser humano en particular en cuanto que está llamado a ser artífice de su misma historia, salvaguardando siempre el lugar primordial que ocupa el Señor en todo ello.

“La belleza de la fe no puede ser un obstáculo a la creación de la belleza artística porque es su línea vital y su horizonte último. El verdadero artista es el guardián de la belleza del mundo y gracias a su particular sensibilidad estética e intuición puede comprender y acoger profundamente la belleza propia de la fe y comunicarla con su propio lenguaje.” Benedicto XVI – Mensaje a los participantes de la 17ª Sesión Pública de las Pontificias Academias, 21-11-2012.

Pero, volvamos al grano. Esa frase dice a la vida de Déborah y a través de su ministerio a nuestras vidas, que nosotros seguramente estaríamos más que perdidos si antes no hubiéramos entregado nuestras vidas en las manos poderosas del Señor. Si no nos hubiéramos fiado, aunque cobardemente, de Él. “¿¡Dónde estaría yo!?” Es decir: “¿¡qué hubiera sido o iba ser de mi vida, Señor, si no Te hubiera hecho caso!? ¡Si Tú no hubieras intervenido en mi historia, en mis días, en mis luchas, en mis guerras, en mis peores horas; en mis circunstancias, en mi familia, en mis relacionamentos, en mis estudios… Señor! ¿¡Dónde estaría yo!? ¿En qué me hubiera transformado si no fuese Tu Amor a abrirme los ojos y darme nueva perspectiva? Nueva perspectiva de vida, de camino. ¿¡Qué iba a ser de mí si no Te hubiera encontrado en mi historia como Camino Único de Salvación, de respuesta!? Hoy sé y reconozco delante del mundo, y, mis movimientos solo pueden servir para comunicarlo: “que si no fuera Tu Amor, ah, Señor, ¡¡¡ya no sería!!!”


“¿¡Cómo sería feliz si no hiciera lo que me manda Mi Señor!?”




Esta frase es fruto de una profunda consciencia de que ¡la obediencia a Dios libera! De que hacer Su voluntad es para nosotros felicidad. Que nuestra felicidad consiste en hacer la voluntad de Dios y que esta voluntad es para nosotros paraíso. Los mandatos de Dios son expresión clarísima, más que concreta, de Su Amor y de Su voluntad. De que debemos alcanzar el Bien y realizarlo, que debemos ser buenos, virtuosos, que necesitamos conocer la Verdad y que ella nos conduzca a la vida eterna. Es la consciencia de quien ya se ha percatado que de nada vale querer recorrer caminos propios, porque el espacio que hay dentro del corazón solo se llena a medida que progresivamente se le va abriendo a la gracia divina, que se va recibiendo los dones del Espíritu y que se va cumpliendo las exigencias propias de una vida madura en el Amor. Nosotros los bautizados estamos llamados a vivir una moral en el mejor estilo Jesucristo, es decir, una moral del seguimiento personal a Nuestro Señor. Una moral de salvación donde la letra tiene su función de pedagoga de la fe, donde lo que fue dejado por escrito es para nosotros sabiduría y empuje(estímulo) para vivir el verdadero espíritu de la ley: “Amaos unos a los otros, como Yo os he amado!” Jn 15,9. Una moral de salvación que consiste en libremente querer hacer las cosas por amor del Bien (Dios); una moral que entiende que las cosas deben ser obedecidas no porque están mandadas sino que están mandadas porque son señales claros de la bondad que hay en las mismas cosas, en las personas y en Dios, Suma Bondad, que creó buenas todas las cosas. Una moral movida por la confianza de saber que vivo toda mi vida, cada instante, delante de un Padre amoroso que me acompaña, que vive cada cosa conmigo y que me espera; que dichoso espera que vuelva cada vez que peco, yerro, me equivoco, me engaño a mí mismo, desfallezco… una moral del querer hacer la voluntad de Dios, donde lo que fue dicho y vivido por el mismo Señor, muy lejos de ser meramente la meta a alcanzar como si tuviera que vivir en un programa de calidad total, es antes que nada y por encima de todo, estímulo, reto, provocación a mi querer a que avance, a que quiera con toda el alma, con todo e corazón y con todas las fuerzas - Dt 6,3

Esta ofrenda solamente puede ser hecha libre y personalmente. Es un camino gradual donde nunca se puede consentir en la tentación de perder la esperanza, porque Dios llama siempre y nos sigue llamando!!! Dios sigue actualizando aquella llamada hecha allá en el principio también en el hoy de nuestras vidas, en el ¡Ahora! Porque “(…) solo tengo HOY para amarte, Señor”, ya nos dijo Santa Teresita del Niño Jesús.


“Oí tu voz, por ello estoy aquí! Sentí tu llamada y entonces me decidí.”



Oír y sentir son experiencias sensoriales distintas que nos dicen mucho a respeto del contacto con Dios. Sin embargo, este “sentir” al que me refiero es en realidad bien distinto de lo que los sentidos externos pueden experimentar. ¡Es un sentir con el corazón! Es la convicción, en principio dudosa, de algo mayor que se nos llega y que no se entiende muy bien. Algo del que no se tiene un discernimiento claro y distinto (evidente), sobre todo en los primeros momentos. La voz de Dios es el mismo Jesucristo, Señor Nuestro, única Palabra pronunciada de la boca del Padre que en el Espíritu Santo realiza todas las cosas; que nos llama a un camino de vida, camino de salvación. Esta voz que llama al hombre a una experiencia eterna de vida, de encuentro, de trato personal, de relación verdadera, de vida en eterno instante presente, lo es sin duda el mismo Dios. Este trecho de la canción ya de entrada se nos enseña su carácter totalmente vocacional. Sentir la llamada es siempre una experiencia inefable, aunque tenga lugar en medio a las circunstancias más ordinarias. Es manifestación (epifanía) de este regalo divino ya presente en el corazón de Dios desde toda la eternidad y que, en un determinado momento de nuestra existencia, se manifiesta, se revela, se presenta como propuesta nueva, radical. Propuesta de cambio, de entrega, de seguimiento, de vida, de libertad! Decidirse es tarea diaria, fruto de un proceso interno donde entran en juego nuestra racionalidad, pero fundamentalmente nuestra voluntad que necesita ordenar al Amor toda nuestra afectividad para progresivamente crecernos en unidad; para madurar nuestra personalidad y así permitir que nuestra persona responda, que se dé. Decidirse lleva consigo ya desde su origen, como toda acción humana buena, una gracia divina; un auxilio interno del Espíritu Santo que la precede, acompaña y se sigue a esta decisión. Como se nos dice el mismo salmista: 

“Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;” 
Sl 50,12



Si tuviera que sintetizar la dinámica de las vueltas en una palabra, sencillamente dijera: “Llamada!” Clausuro con una frase de Hayanne Christian que, vez por otra, sabe decir cosas que dejan profunda huella en mi corazón. Me dijo una vez por mensaje: “Gratitud por este amor a Dios tan fecundo.”